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Imagen que recrea la tienda fluvial realizada por el arquitecto y diseñador gráfico Gustavo Vinueza Vásquez.

Las perchas o repisas en el interior de las canoas tienda, que llegaban a Puerto Palenque en Ecuador, contaban con protectores para que los frascos no se caigan por efecto de olas fuertes al paso de embarcaciones grandes.

Por Carlos Mosquera Congrains

Descender de familiares con espíritu de comerciantes me hizo sentir muy orgulloso. Sobre todo, de la creatividad y valentía con que se debía contar para hacer que las ideas o sueños se realizaran. Es así que recuerdo, desde temprana edad, por la década de los 50 y 60, las canoas tienda de mis tíos Marino, Ismael, Hugo y Wilson Álvarez.

Ellas me despertaban la curiosidad de saber cómo se movían sin motor o qué frutas traían, cada vez que las “amarraban” al barranco de la piladora Dolores, en Puerto Palenque, para descargar los sacos de arroz y, en especial, maíz.

Carlos Mosquera Congrains
Carlos Mosquera

¿Se imaginan una canoa de aproximadamente entre 12 y 15 metros de largo por 1,50 metros de ancho y 0,90 centímetros de alto? En medio había una caseta de 3 metros de largo, que se elevaba desde los bordes de la canoa hasta unos 1,80 metros de altura desde el piso.

El techo era de madera cubierta con plancha de zinc liso para evitar que el agua de la lluvia dañara la mercadería y protegiera a los ocupantes. Y durante el invierno se utilizaban las lonas para resguardarla fuera de la tienda.

Los tíos eran dueños de una embarcación cada uno y debían partir en determinados días para que nadie coincidiera en un recinto al mismo tiempo.

Todos conocían el calendario de ruta semanal de los demás. Por ejemplo, zarpaban río arriba desde Puerto Palenque a La Reveza, pasaban por Pise, el Triunfo y Vuelta Larga. Luego seguían por San José, Santa Lucía hasta Moquique y después emprendían el retorno.

El negocio de las canoas tienda se basaba en la confianza

Apretón de manos genera confianza en el negocio de las canoas tienda
Foto: Ave Calvar Martínez en Pexels

Todos como buenos comerciantes se comunicaban muy bien con los clientes o habitantes, ya que debían conocerlos, porque ese tipo de negocio se basaba en la confianza para el cumplimiento de los pagos. Esta transacción era llamada “al fío”.

Antes de llegar a un recinto se tenía que hacer sonar un instrumento hecho con el cuerno de las vacas para avisar que estaban cerca. Y los clientes tenían el tiempo para acercarse trayendo productos o dinero para vender o comprar. 

Cuando alguien se acercaba a la canoa a comprar, preguntaba desde el barranco y el propietario entraba y enseñaba el producto que deseaba vender. Incluso el pago era hecho desde el barranco. Y si había necesidad se bajaba de la canoa para terminar la transacción. Así aseguraba que la gente no entre en la caseta por seguridad.

Los únicos que ingresaban a la caseta tienda eran los dueños o los marineros a través de dos puertas, una adelante y otra atrás. Además, los propietarios siempre se preocuparon de mantenerlas bien limpias y pintadas. Recuerdo una de color azul en su exterior y por dentro algún color similar. Hubo una canoa amarilla como los colores del Barcelona.

Las canoas fueron adaptadas para transportar mercaderías para uso agrícola y del hogar. Por eso se construyó la caseta o tienda. En su interior, las paredes tenían perchas o repisas con frascos para bombones, galletas, rosquitas, chocolatines, azúcar, sal, condimentos en general. Incluso, había espacio para exhibir telas, toallas, ropa interior, jabones, perfumes.

En la tienda de la canoa se encontraba todo lo que en los hogares necesitaban para subsistir de manera decente. Las perchas o repisas contaban con protectores para los frascos para que no se caigan por efecto de olas fuertes al paso de embarcaciones grandes. Que por las décadas de los años 60 y 70  transportaban banano a los mercados más importantes del mundo.

En esa época, el banano se producía principalmente en las zonas de Quevedo y alrededores, en la provincia de Los Ríos. Y la manera más económica y fácil de llevarlo a los barcos, que esperaban ser cargados en el río Guayas, era usando las lanchas con varios remolques que se acoderaban al barco. Pues, los racimos eran subidos en los hombros de las cuadrillas de hombres que tenían el encargo de ponerlos dentro de este.

Los navegantes dormían en la caseta tienda

En el interior de la caseta o tienda había que hacer espacio para que puedan dormir uno o más de los navegantes. Pero en el tiempo de cosecha siempre se necesitaba más personal, para mover río arriba la canoa y cargar más sacos de arroz.

Uno o dos marineros más hacían la diferencia, ya que se necesitaba más espacio para descansar y generalmente dormían afuera de la caseta, pero protegiéndose de las plagas como mosquitos y jejenes con toldos y colchas.

Todo lucía como que todo corría sin ningún problema. Pero, las culebras siempre fueron una amenaza y no se podía pasar la noche debajo de un árbol muy frondoso, ya que los riesgos se multiplicaban.

Candil que se usaba en la canoa tienda.

Durante la noche, como es de suponer, se alumbraban con candiles, lámparas a kerosene y algunas veces se usó la ‘petromax’. Había la necesidad de mantener un buen abasto de combustible, que era transportado en latas o envases de metal de cinco galones, porque era un producto que se vendía mucho.

Fuertes marineros en las canoas tienda

Navegar río arriba requería de fuertes marineros, pues eran los que llevaban la canoa hacia adelante. Para ello utilizaban palancas de preferencia de caña guadua y en la punta se amarraba un gancho tipo “garabato”, de madera dura como la del árbol de guayaba. Esta servía para engancharse en el barranco o en alguna rama fuerte de un árbol para jalar la canoa hacia adelante.

En el verano había menos vegetación, por lo tanto, los marineros no podían agarrar los árboles con las palancas. Entonces ponían un tablón desde la tienda hasta la proa. Pues la tabla gruesa iba entre el piso y el filo de la canoa para que el empleado camine sobre ella.

Luego, el marinero enterraba la punta de una palanca en el fondo del agua, muy cerca del barranco, para hacer un punto de apoyo. Después caminaba sobre los tablones hacia la tienda empujando la canoa hacia adelante. 

Productos de la época

Frutas de venta en canoas tienda en Palenque.

En la parte de la popa (atrás de la caseta) se ponía la carga pesada, como sacos de arroz, maíz, yuca o cualquier producto de acuerdo con la época. Recuerdo cuando al inicio del invierno, las canoas tienda llegaban al muelle de la Piladora Dolores, propiedad de mi padre Alfredo Mosquera Álvarez, con frutas que no se conseguían fácilmente, como caujes, pechiches, zapotes y mangos de chupar, todos de mi preferencia. También la fruta de pan, chirimoyas y anonas. 

En la punta de la popa todas las embarcaciones tenían el remo timón. Era largo (alrededor de 8 metros) y de madera muy resistente para mantener la proa cerca del barranco u orilla del río. Junto al timón estaba un fogoncito para que el timonel pudiera controlar o cocinar la comida.

Las canoas tienda llegaban al muelle de Puerto Palenque. Recuerdo que el administrador de la hacienda Aspiazu ponía una balsa que permitía embarcar y desembarcar pasajeros de otras embarcaciones, como también mercadería pesada o maletas. Balsa se llamaba al conjunto de cuatro o seis troncos de árboles de balsa que se juntaban con alambres, cabos de yute o cordones de plástico.

El palo de balsa siempre fue muy apreciado por sus características físicas, ya que es una madera muy fuerte y liviana, pero flota en el agua por su estructura física de tejido leñoso que contiene aire. Muy usada en la industria aeronáutica antes de descubrir las bondades del aluminio.

Fue así que este negocio familiar con el paso del tiempo dejó de ser atractivo porque las carreteras se incrementaron. Como también, los dueños de las canoas necesitaban pasar más tiempo con sus familias y se retiraron a instalar negocios en el bello Palenque donde residían.

El haber vivido desde mis 7 años en Puerto Palenque, junto al río, siempre será uno de mis más apreciados recuerdos. Y ojalá las futuras generaciones puedan con este relato disfrutar y conocer lo que sus abuelos hicieron para cumplir sus sueños. Yo aún a mis 71 años lo disfruto. Doy gracias a Dios por haberme premiado de vivir en contacto con el agua, la tierra y los animales.

Imagen de portada

Gustavo VInueza Vásquez creo la imagen de la canoa tienda que navegaba en el río Palenque en Ecuador.

La fotografía de la canoa tienda la creó Gustavo Vinueza Vásquez, un reconocido arquitecto, infografista e ilustrador ecuatoriano. Él transforma datos históricos para convertirlos en dioramas (maquetas con escenas y personajes). 

Contacto: (+593) 99-873-4721

1 Comment
  • Posted by

    Marita

    Posted 25 marzo, 2023 8:12 pm 0Likes

    Qué bonito y refrescante ha sido recrear a través de este reportaje parte de nuestra historia ecuatoriana. Por favor, continúen escribiendo temas como estos. Felicidades.

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