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Foto: wayhomestudio en Freepik.

Los psicólogos aclaran que la envidia no es una enfermedad, es una emoción que no hay que ignorar ni reprimir, solo reconocer que es negativa y, si es necesario, hacer terapia.  

Por Cecilia Alvarado Paredes 

De qué lado te gustaría estar. Del envidioso o del envidiado. Tal vez dirías del envidiado para no sentirte incómodo. Aunque resulta más fácil ocultar esta emoción, es necesario que sepas que todos en alguna etapa de la vida pasamos por una de los dos caras de la envidia.  

La Biblia revela que de la primera familia que creó Dios, Caín mató a Abel por envidia. Esto nos lleva a pensar que hay personas capaces hasta de matar a su hermano por dejarse llevar de esta emoción. 

Según Mónica, una asistente de inteligencia artificial, la envidia es un sentimiento de resentimiento o disgusto por las cualidades o logros de otra persona. Se caracteriza por un deseo de poseer lo que tiene otro, o de impedir que lo tenga. 

De hecho, se trata de un sentimiento negativo “tapiñado” como envidia sana, que de sano no tiene nada, puesto que se encuentra entre los 7 pecados capitales: envidia, ira, lujuria, pereza, avaricia, gula y soberbia. 

Lo cierto es que hasta el momento ser envidioso no es estar enfermo, pero sí podría convertirse en un motivo para buscar ayuda profesional si es que la persona que se compara con otra se vuelve negativa y fatalista, así lo explican los psicólogos Rosa Piña y Luis Medina. 

Estás entre los envidiosos si alguna vez has dicho esto o algo parecido: Mi compañero de universidad ya tiene casa propia y yo vivo con los padres de mi esposa, ¡tengo que hacer algo!; Fulanita se va de viaje y yo me tengo que quedar aquí porque no me alcanza el sueldo, qué mala suerte, no tengo casa ni auto, soy un fracaso. 

En cambio, estás entre los envidiados si alguna vez has dicho: Tengo casa, carro, una buena esposa, hijos, que más le puedo pedir a la vida; He sido bendecido toda mi vida, lo tengo todo; Mi esposo trabaja, limpia la casa, hace las compras, cuida a los niños, y me ha dado todo. 

Una reacción automática

La envidia es una reacción automática como cualquier otra emoción, nacida de las comparaciones con otras personas que uno considera están en su misma posición. Por ejemplo, familiares, compañeros de trabajo, del colegio y de la universidad, explica el psicólogo Luis Medina.

“Estar claro que esta envidia puede ser perjudicial cuando no se evalúa la situación personal de una forma realista”, agrega el psicólogo para quien las emociones desagradables permanecen si se sigue evaluando bajo lo que en psicología se conoce como distorsión cognitiva. 

Entre estas distorsiones cognitivas se encuentran la visión de túnel y el fatalismo. 

La visión de túnel 

Cuando una persona se siente mal por lo que el otro tiene, no hace comparaciones reales de su posición con relación a la persona a la que envidia. No ve el panorama completo de una situación específica que vive, sino únicamente las cosas malas. Ella se encuentra en una distorsión cognitiva de túnel. 

Por ejemplo, la persona que se compara con otra porque no tiene casa propia solo ve su situación como un túnel. Mas no ve que ahora tiene cómo administrar mejor su dinero, que sus padres le dan la oportunidad de vivir de esta manera y, por lo tanto, tiene una buena relación con ellos a diferencia de su compañero. 

Las distorsiones, que son evaluaciones incorrectas de la realidad que se vive, dan siempre como resultado una conclusión desfavorable: si no tengo casa propia, soy un mantenido, si soy un mantenido es porque he fracasado. 

Criterio fatal de sí mismo 

El fatalista se define como el que solo ve el peor lado de las situaciones, la peor conclusión posible. La evaluación da como resultado un criterio fatal de sí mismo: soy un fracaso, nunca tendré mi propia casa, mis compañeros me verán mal por ser mantenido, soy un miserable. 

Es más, si no se expresan las emociones, advierte Medina, estas terminan manifestándose físicamente, esto es lo que se conoce como somatizar las emociones. 

En conclusión, la envidia no es una enfermedad, sino una emoción común, tal como la alegría o la tristeza. Lo que está mal es ignorarla y reprimirla como si fuera algo imposible o prohibido de sentir, finaliza el psicólogo Medina. 

Un caso que pudo sanar 

Un psicóloga toma nota en una libreta sobre el tratamiento para los envidiosos o envidiados.
Foto: drobotdean en Freepik

 

Por su parte, la psicóloga Rosa del Pilar Piña Peláez, magíster en psicoterapia de familia, recuperó con terapias a un paciente que le causaba molestias los logros de los demás. 

Ella cuenta que le costó mucho hacerlo cambiar. Dice que el tratamiento fue duro y que con paciencia le ayudó a superar esta emoción. 

Uno de los métodos que se pueden usar de manera idónea es el cognitivo conductual, con el que se logra que el paciente cambie de pensamiento, por lo tanto, cambia de conducta. 

Considera que la envidia es una sola y esta es siempre negativa, perjudicial para la autoestima, para el autoconcepto de quien la siente.  En forma general, explica que hay muchos tipos de terapias que se pueden utilizar para estos casos. 

Aclara que la etapa de concientización sobre la emoción negativa es el inicio de una terapia. Resuelve sus casos desde la parte científica y también con terapias alternativas. 

Sobre las terapias alternativas, refiere que hace “fortalecimiento del sistema nervioso con decretos a los cinco cerebros que poseemos y borrando todas las debilidades que de manera inconsciente manifestamos”. 

Es una combinación muy interesante que permite a los pacientes mostrar mejoras desde la primera o segunda sesión. 

Es necesario que la persona envidiosa tenga la voluntad de cambiar su sentimiento para luego validar su autoconcepto y partir de allí para borrar sus inseguridades, temores y complejo de inferioridad que manifiesta. 

Sentimiento dañino para el cuerpo

Siempre tratamos de justificar este sentimiento que es dañino para el cuerpo, la mente y el espíritu, siempre intentando cubrirse en sano con un elogio, a veces una alabanza o crítica, que lejos de ser sincera y constructiva es más bien hipócrita, sostiene la psicóloga. 

Poniéndose en los zapatos del que envidia, la psicóloga expresa que la queja más bien es contra los que siempre están haciendo cosas para que los envidien. Hay personas que padecen de un complejo de superioridad o presentan conductas narcisistas. 

Existen envidiados que se creen que son lo máximo, que no hay nadie mejor que ellos y tienen un ego bastante subido, o sea que siempre andan alardeando de lo que adquieren.  

Caso contrario, es solo la versión de quienes les gusta hablar de sus logros, de sus bienes o de sus cosas únicamente para presumir y así crece su ego. 

La envidia se da entre familiares, compañeros de estudio, de trabajo, o de grupos diversos, realmente está presente en todo ámbito, en todo grupo etario, desde niños, jóvenes, adolescentes, adultos y adultos mayores. 

Ser envidioso o envidiado 

La psicóloga advierte que en cualquiera de los dos lados, si no tienes amor propio ni seguridad en ti mismo, te vas a sentir mal. Todos los seres humanos nos sentimos superbién si tenemos de qué enorgullecernos. 

Nuestras habilidades, cualidades, aptitudes, etc., fortalecen la autoestima y se consiguen logros y éxitos en nuestras metas, eso nos permite tener una valoración positiva del autoconcepto de sí mismos. 

El envidioso es aquella persona insatisfecha, el que pregunta al envidiado cómo hace para conseguir todo, pero jamás se alegra de su éxito. Siempre intenta desprestigiarlo porque siente una desvaloración de sí mismo, se cree incapaz. 

En el caso del envidiado él no gana nada mostrando sin que le pregunten lo que tiene, porque lo que cada uno tiene le pertenece y es por su esfuerzo, eso no significa que lo ostente delante de quien no ha podido conseguir o lograr porque eso ya sería egoísmo.  

“Mostrarse con sus dones frente al otro debe ser un acto de solidaridad y de generosidad para ayudar a quien lo necesite, pero no para que mi ego crezca, sino para que mi humildad se ponga al frente”, aconseja. 

Considera que nadie es responsable del éxito o fracaso del otro, es una decisión personal el atreverse a hacer las cosas, avanzar o detenerse, pero claro que es importante la presencia de una mano amiga y un apoyo incondicional, concluye la psicóloga. 

Consejos para no ser el envidiado ni el envidioso 

Los psicólogos Luis Medina y Rosa Piña ofrecen los siguientes consejos para entender bien cómo se percibe esta emoción y cómo conducirnos en caso de sentirla.  

  • Fortalecer el amor propio es fundamental, así no te afectará lo que los otros tengan y tú no. 
  • Admirar más y envidiar menos, no contar tus bendiciones a cualquiera, hay que ser selectivos.   
  • Proclamar tu singularidad. No hay nadie más que tú en el mundo que tenga los mismos pensamientos y sentimientos, no existe. Eres único. 
  • Estar siempre dispuestos a dar un poquito más de lo que te pidan, siempre hay que poner un plus en las cosas que haces. No conformarte con lo que hasta allí te pidieron y ya. En psicología se llama caminar un kilómetro más, es decir, dar ese IVA a todo lo que entregas. 
  • Estar siempre dispuestos a elegir con libertad y sabiduría, hay que tener libertad y aprender a decir sí o no en el momento que tú consideres. 
  •  Aplaudir los logros y éxitos propios y ajenos, porque eso te va a hacer sentir bien y va a hacer sentir bien a los que están a tu lado, eso va a evitar la envidia y el ser envidiosos o envidiados, hacer todo con amor, este es el broche de oro de todas las cosas. 
  • Cumple una función, como puede ser darte un tiempo para evaluar tu posición actual y reordenar tus prioridades y objetivos y qué hacer para cumplir tus expectativas, metas o sueños. 
  • Céntrate en tus propias cualidades y logros. Recuérdate siempre que todos somos diferentes y que tenemos nuestras propias fortalezas y debilidades. 
  • Siempre sé agradecido de lo que tienes. 
  • Si la envidia está afectando tu vida, es importante buscar ayuda profesional. Un terapeuta puede ayudarte a entender la raíz de tu envidia y a desarrollar estrategias para superarla. 
  • No centrarse en la tristeza o el enojo que componen la envidia, sino pensar en por qué estoy sintiendo esto ahora, ¿qué puedo hacer con esta emoción?, ¿en qué me hizo pensar esto? En este caso es pensar en uno mismo, qué se está haciendo para cumplir con las expectativas para uno mismo. 
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