Son miles de fotografías que Víctor Álvarez ha captado con mucha paciencia, honestidad y creatividad. Cualidades que un buen retratista debe reunir si su propósito es hacer que las imágenes hablen por sí mismas.
Por Sheyla Mosquera
Víctor Álvarez Rodríguez es un fotógrafo autodidacta ecuatoriano. No es arquitecto, decorador o cocinero, pero su alma dice lo contrario. El gusto por estas carreras lo plasmó en miles de fotografías: publicitarias, retratos, paisajes, alimentos, moda, salud, arquitectura y decoración.
Sus primeras fotos profesionales las captó para agencias de publicidad del Ecuador; revistas de diario El Universo, donde laboró por casi 20 años; y en 12 libros de cocina y turismo. Hoy es propietario del restaurante ComiVar en Guayaquil.
Su afición por la fotografía empezó en su adolescencia cuando la convirtió en su pasatiempo preferido. Con su cámara de rollos Kodak 110 mm captaba imágenes de paisajes, caminos, ríos, aves, animales o personas. Eran fotografías personales de los paseos que disfrutaba.
Víctor las tomaba, todos los fines de semana, durante sus viajes en bicicleta de carrera con su grupo siete amigos. Salía de Guayaquil a Milagro, Yaguachi, Salitre o Samborondón, en la Provincia del Guayas.
“Desde esa época siempre me interesó buscar un buen ángulo a las fotos para que luzcan bonitas. Incluso ahorraba dinero y cuando lo tenía completo enviaba a revelar los rollos al laboratorio”.
Todas las fotografías le parecían lindas. Ahora, en cambio, se ríe al verlas y le da vergüenza mostrarlas. “No eran de buena calidad, pero significan mucho para mis memorias”, asegura el retratista guayaquileño de 53 años.
“Víctor, dispara la foto”
Víctor entró al mundo laboral, a los 19 años, cuando terminó el bachillerato en el colegio salesiano Cristóbal Colón de Guayaquil. Su cuñado lo recomendó para trabajar en la recepción de un estudio fotográfico, donde el dueño fotografiaba a gente famosa de la televisión.
“Mis primeros tres años de trabajo consistió en agendar citas. Pero todo cambió cuando mi jefe recibió la propuesta de hacer fotografía publicitaria. Compró los equipos y los libros que enseñaban a crearla. Fue así como ambos aprendimos de cero ese estilo”.
Un día, asegura, tenía armada la escena de una bebida gaseosa para que su jefe fotografiara la imagen publicitaria. Pero este le dijo: “Víctor, dispara la foto”. Y lo hizo.
“La fotografía me quedó espectacular. Desde ese momento las tomaba para la mayoría de las agencias de publicidad del Ecuador. Era fantástico verlas en las calles, almacenes, restaurantes, tiendas o supermercados. Pero nunca llevaron mi nombre”, dice el fotógrafo autodidacta.
Él jamás se desanimó. Se armó de constancia y positivismo, y siguió adelante. Sabía que lo aprendido y su creatividad para armar una foto publicitaria nadie se lo podía arrebatar.
“Si los clientes pedían crear una imagen de una botella saltando en el agua con hielo, tenía que hacerla. No es como ahora, que con la fotografía digital se toma cada producto, por separado y luego se unen”.
Víctor requirió la ayuda de dos asistentes quienes armaban las fotos según sus indicaciones. “Siempre les repetía que aprendieran lo que les enseñaba. En la actualidad, Carlos Pesantes y Omar Sotomayor, son fotógrafos”.
También agrega que colaboró con una productora de televisión que hacía comerciales de comidas, aceites o margarinas. Mientras un chef preparaba los alimentos, él armaba el plato para la escena que iban a filmar.
“Bienvenido a diario El Universo”
En el año 2000, dice Víctor Álvarez, lo llamaron de diario El Universo, el principal de Ecuador, para trabajar como fotógrafo de revistas. La primera foto que tomó fue la de un bodegón de frutas y legumbres.
“Cuando la retrataba me sentía un poquito intranquilo porque el dueño del periódico, Carlos Pérez Barriga, estaba presente. Después me dio la mano y me dijo: “Tienes mucha paciencia y eres detallista. Si te decides a trabajar con nosotros, bienvenido a diario El Universo”.
Para Víctor, una imagen perfecta se logra con paciencia. Por eso hay que disponer de tiempo, observar los detalles y buscar el ángulo correcto para hacer la toma.
“A las personas con el primer clic no le sacas una buena sonrisa o pose. Igual ocurre con los paisajes u objetos. Verlos a través de la cámara no es lo mismo que hacerlo en directo. Se necesita enmarcar el retrato”.
El arte culinario lo aplica en la fotografía
Las fotos de Víctor también forman parte de nueve libros de recetas de comida ecuatoriana e internacional. El proyecto lo desarrolló con una empresa gráfica y el chef Freddy Álvarez, quien cocinaba los alimentos, mientras él captaba las imágenes. “Los textos llevan nuestros nombres”, asegura el retratista.
“Después que Freddy falleció, en 2015, la empresa me propuso renovar los libros y crear otros ejemplares. Acepté porque estaba listo desde hacía tiempo”.
Víctor aprendió a cocinar por necesidad, cuando se fue de la casa de sus padres, a los 28 años. Él llamaba cada domingo a su mamá para preguntarle cómo se preparaba la chuleta o el pollo con champiñones… Después con la práctica perfeccionó las recetas y creó las propias.
Su aprendizaje lo aplicó en el trabajo publicitario de comidas. Según menciona, él mismo prefiere cocinar los alimentos porque requieren un término preciso para captar la imagen adecuada.
“Siempre logro que las fotos de alimentos luzcan exquisitas, pero sin engañar a quienes las ven. Hay que ser honestos”, enfatiza.
En una ocasión, recuerda, fue a comer pizza y pidió una del menú. Cuando se la dieron se decepcionó, porque lucía distinta.
Entonces le dijo a la chica que lo atendió: «Yo sé que no es su culpa, pero dígale al administrador o al dueño del local que no tenga una publicidad engañosa. Le pedí la pizza que está en la foto y usted me trae otra cosa».
Sus fotografías de turismo invitan a viajar con la imaginación
Víctor conoce casi todo el Ecuador. Con sus cámaras digitales Nikon y Fujifilm le gusta captar la belleza arquitectónica de los centros urbanos o rurales. También los entornos naturales porque conectan con la gente.
«Cuando algunas personas ven mis fotografías de turismo me preguntan: ¿dónde es eso? Incluso se emocionan al verlas, viajan con la imaginación y desean conocer el lugar».
Para lograr ese resultado, dice, busca que sus retratos sean diferentes a las de otros fotógrafos. A él le gusta distinguirse del resto.
Sus fotos turísticas se han publicado en tres libros. Cada uno tiene 200 imágenes y 250 páginas. “Pertenecen a distintas provincias del Ecuador: Loja, Santa Elena, Guayas y Samborondón. Quedó pendiente Manabí, Pichincha, El Oro y Azuay”, indica.
El pequeño arquitecto y decorador de interiores
Cuando Víctor era niño, fabricaba maquetas de viviendas porque quería ser arquitecto. Siempre le pedía a su hermana mayor que lo llevará a la librería Cervantes y a la tienda Juan Marcet para comprar papel césped y madera.
Con esos materiales construía casas completas sobre la mesa de comedor. “Mientras mi mamá me exigía que las sacara de ese lugar, mi papá decía: “Mujer déjala ahí porque el chico está armando”.
Cada vez diseñaba maquetas más grandes. Les aumentaba salas, dormitorios, jardines o piscinas. Después pedía que le compraran revistas de decoración . Víctor siempre decía que algún día su vivienda iba a tener esos adornos, espejos o alfombras. Y lo cumplió.
“En la actualidad, me gusta variar la decoración de mi casa para que luzca diferente. Incluso restauro muebles viejos y los acomodo donde queden mejor. Por eso mis amigos me piden que les decore algún local o vivienda”.
Víctor también diseñó pulseras, collares y aretes. Se dio cuenta de que podía hacerlos cuando tomaba fotografías, a modelos que lucían accesorios de expertos diseñadores, para La Revista de diario El Universo.
“Mis primeras creaciones se las regalé a mis hermanas. Después fueron mis clientas y me recomendaron con sus amigas. Una vez, se me ocurrió hacer collares y aretes con botones de ropa y me quedaron superchéveres. Los vendí todos, pero como invertía mucho tiempo en hacerlos, se me fueron las ganas de seguir con este negocio”.
Restaurante ComiVar es su nuevo emprendimiento
Desde que Víctor dejó de trabajar para diario El Universo, en 2019, se tomó un año en decidir qué negocio quería emprender. Optó por la idea de su juventud: abrir un restaurante.
“La mayoría de mis amigos y familiares siempre me decían que cocinaba rico, así que me arriesgué y ahora lo tengo. Se llama ComiVar y mis iniciales están agregadas en el nombre”.
La decoración del local la hizo el mismo, desde pintar, pegar el papel tapiz hasta fabricar ciertos elementos que sirven de adorno en el lugar.
“Mi negocio empezó con tres colaboradores y ahora son seis. Esperemos que siga adelante para contratar a más personal”.
El restaurante ofrece almuerzos de lunes a sábado de 11:30 hasta las 16:00. Adicional, los viernes a partir de las 19:00 vende su plato estrella: trilogía de moros.
Esta preparación lleva tres porciones de arroz de diferentes sabores: champiñones y vegetales; garbanzos y tocino; y frejoles y chilis, acompañados de costilla y patacones.
“Es un plato que ha tenido buena acogida. Mi propósito al ofrecerlo es hacer que el cliente se sienta a gusto y regrese”.
Para Víctor, trabajar en ComiVar es un placer. Sin embargo, dice, nunca dejará de ser fotógrafo porque es su profesión y está siempre abierto a nuevos proyectos y oportunidades laborales.
“La fotografía es una carrera que brinda muchas satisfacciones. Mis 30 años de experiencia captando imágenes no solo me permitió conocer diferentes lugares, personas o actividades, sino que me ayudó en mi crecimiento personal”, concluye.
Dirección de ComiVar: Cdla. Las Orquídeas diagonal a la Unidad de Policía Comunitaria (UPC) en la Av. Francisco de Orellana – Guayaquil.
1 Comment
Marita Costavalo Nelson
Querida Sheyla:
Quiero felicitarla por el reportaje del Sr. Víctor Alvarez. ¡El es un fotógrafo muy talentoso y experimentado!
Saludos desde Lawrence, Kansas